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lunes, 21 de mayo de 2018

A JESÚS DE LA MISERICORDIA, ORACIÓN PARA SOLICITAR FAVORES Y GRACIAS


Soberano Jesús crucificado,
 padre dulcísimo de las misericordias
y Dios de toda consolación:
 
Humildemente postrados a tus sagrados pies,
té hacemos presentes nuestras miserias,
anhelando él remedio de ellas
 pues a la manera que el ciervo
perseguido y fatigado busca alguna fuente de aguas
en las que poder saciarse,
 así nosotros acosados de males, aflicciones y penas,
buscamos para nuestro consuelo
la fuente de misericordias que eres tu.
 
Permítenos pues, Señor, llegar a ti
y dígnate disponernos con tu gracia
al logro de los bienes que te demandamos,
por prendas de los que esperamos para la eternidad,
en la que deseamos alabarte sin fin.

¡Oh inocentísimo Jesús que de la Cruz hiciste altar,
en que, cual sumo sacerdote, o pontífice supremo,
te ofreciste tu mismo en sacrificio agradable
a tu eterno Padre por la salud nuestra:

Te rogamos humildemente,
que por efecto de tu misericordia, éste sacrificio
produzca siempre en nosotros sus frutos,
valiéndonos para satisfacción y expiación
de todos nuestros pecados y culpas,
para hacernos propicios a tu Padre,
para dar nosotros a este Señor Nuestro
las debidas gracias por los beneficios recibidos,
y para impetrar de su divina piedad,
nuevos dones, gracias y favores,
siendo la que mas deseamos,
la de servirte con perseverancia hasta la muerte.

Hágase, aquí una breve pausa,
para pedir al Señor la gracia que se necesite; 
y después lo siguiente:

Y ofreciéndote ya, Señor, mas amplia materia
para el ejercicio de tu misericordia,
te pedimos que aumentes nuestra fe,
la unión, y la concordia entre todos tus hijos,
favorece Señor a los más pobres y oprimidos,
y apiádate de los que sufren dolor y enfermedad
curando sus penas y males.
 
Líbranos, Señor, del mal de la guerra,
del odio, la violencia y de todo mal,
concédenos el bien importante de la paz.
 
Logren además por tu misericordia,
los cautivos redención,
los perseguidos indemnidad,
los afligidos consuelo,
los pobres su remedio,
los enfermos sanidad,
los naufragantes salir de su riesgo,
todos generalmente los frutos de la tierra
necesarios para el sustento dé la vida,
y finalmente, te pedimos Señor,
concedas a los pecadores espíritu de penitencia,
a los justos final perseverancia
y a las almas del purgatorio el descanso eterno,
todo á mayor honra y gloria tuya,
qué con el Padre y el Espíritu Santo,
vives y reinas, Dios,
por todos los siglos de los siglos.
 
Amén.

CLAMORES AFECTUOSOS AL
SEÑOR DE LA MISERICORDIA.

Penetrados de dolor
clamamos ante tu Cruz:
Misericordia Jesús.
Misericordia Señor.

Como eres tú el protector,
de esta confraternidad,
ella busca en tu piedad
remedio, auxilio, favor;
dispénsaselo en honor
del santo árbol de tu Cruz.
Misericordia Jesús.

Del Ángel malo el livor
a la culpa nos incita,
con la pretensión maldita
de vengarse del Creador:
mas contra él, nuestro fervor
halla su asilo en tu Cruz.
Misericordia Jesús.

De tu justicia el temor
asusta nuestra conciencia,
al paso que tu clemencia
da esperanza al pecador:
escucha pues el clamor,
que esté exhala ante tu Cruz.
Misericordia Jesús.

Males, penas con rigor
cargan sobre esta tu grey,
con razón; puesto que es ley,
que la pague el mal hechor;
mas ¿qué es de tanto valor,
como sufriste en la Cruz?
Misericordia Jesús.

De tu fuego el noble ardor
consuma con su eficacia
cuanto impida, que tu gracia
explique en mí su vigor:
pues no quiero en mi interior
sino frutos de tu Cruz.
Misericordia Jesús.

De la gloria el esplendor
gózalo en la eternidad
en consorcio y unidad
del padre y consolador:
mas nunca olvide tu amor,
que por mí moriste en Cruz.
Misericordia Jesús.

Penetrados de dolor,
clamamos ante tu Cruz:
Misericordia, Jesús.
Misericordia, Señor.

V. Descienda Señor sobre nosotros tu misericordia.
R. Según la esperanza que tenemos puesta en ti.

ORACIÓN

Señor Jesucristo que dijiste:
 
Bienaventurados los misericordiosos
por que ellos conseguirán misericordia,
disponiendo por el contrario,
juzgar sin misericordia
al que no hubiese usado de ella;
concédenos, que, a proporción
que ejercitamos nuestra piedad con los necesitados, merezcamos en la hora de la muerte
hallar aquella misericordia
que triunfa sobre el juicio.
 
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
 
Amén.
 
 
 

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